
Alentados por lo prometedor de un
chivatazo, nos dirigimos apresuradamente al Hotel Granados, ese era el objetivo. Parece que los que entienden aprecian los secretos del
barman de ese lugar como si fueran algo grande. Nosotros no podíamos ser menos y teníamos que verlo, así que el equipo entero de B.N.B. se presentó en el vestíbulo del Granados como algo especial. Hasta entonces no había tenido en cuenta el potencial decadente de los lujosos hoteles de la parte alta de la ciudad. Su entrada es tan espectacular que a uno lo deja en silencio. Un mundo tan ajeno a nuestra realidad es de por si un encuentro emocionante, por lo que presentarse intempestivamente y con nuestras pintas para comprobar la calidad de sus bebidas, era más que una temeridad, pero también una declaración de principios muy nuestra. Tenía entendido que el bar estaba situado en la planta baja. Cuando el
recepcionista nos indicó que debíamos tomar el ascensor para ir al ático pensé que ya la estábamos liando. Evidentemente aquello
olía a Chaneles y a Pez gordo haciéndole el salto a su aburrida esposa como cada vez que se celebra una convención, por lo que estábamos mudos dentro de la cabina transparente. Así que el ascensor de cristal
chutó para arriba a través de un boquete de ladrillos, ventiladores y otras
suciedades que querían abogar por un diseño
steampunk estilo La liga de los bobos extraordinarios, retro con alta tecnología, y más o menos en ese momento ya habíamos alcanzado el ático. El elevador nos abandonaba ante las vistas de los techos barceloneses en una noche de cielo rojo como si fuera un mal presagio. ¿Existe vida en Marte? Una piscina iluminada contrastaba de forma drástica con las tres mesas esparcidas y los grupos de chicas jóvenes que hablaban de sus cosas en voz baja.

Ahí había pasta o
almenos se alardeaba de ello, el
barman era un cubano que desertaba y que al día siguiente se largaba porque estaba hasta los huevos de tanta buena cara y se comportó preparándonos unas buenas mezclas. Nada más lejos de la verdad: tres
mejunges pasables, el timo del día, un ambiente exclusivo riéndose en tu cara, porque ¿qué representan unos cócteles tan caros servidos en copas de plástico? Dudo que ahí dentro se organicen bullas, es más, tienen pinta de echarte a la que levantas mal una ceja, por eso me contuve y no me tiré a la piscina en pelota picada, pero venían ganas de compensar un precio capaz de hundir por completo nuestros presupuestos, por lo que ya podía prepararnos mucha
pijada de
sake y melón y mil
cojonadas que estábamos indignados. No sé si han extraditado al cubano, pero antes de despedirnos para siempre me contó que existía una ruta que hacían los camareros de hostelería de uno a otro bar de hotel. Así se copiaban los unos a los otros y acababan sirviendo la misma mierda. Semejantes hechos me horrorizaron y estuve aturdido el resto de la noche ante la
premonición de que inevitablemente la ciudad sería
destruida por nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario