Declaración de intenciones

No hay intenciones: Este es nuestro recorrido salvaje hasta que vemos brillar el sol, nuestro crimen y castigo nos obliga a confesar lo que está ocurriendo en Barcelona, porque realmente algo está pasando. Nuestra experiencia cabalgando por los distintos bares de la ciudad ha sido fulminante. Ahora juzgamos y sentenciamos. Decimos qué sitios son los buenos, y cuáles son una puta mierda.
Convenceros de que para ser alternativo, hay que buscarse las alternativas.

Good luck.

**********************************************


miércoles, 6 de agosto de 2008

Boadas

Nombre: Boadas cocktail bar.
Zona: Fascination Street.
Dirección: Tallers, núm.1.
Acceso: Renfe, Ferrocatas, Metro L1, L3...

Horario: Mañanas y a partir de las cinco de la tarde.
Happy hour: Por favor... que es el Boadas...
Especialidad: El cockatil llamado Boadas.
Precio consumiciones: 7.-€ las long drinks.

Ambiente: Clase. Y poca clase. Junto pero no revuelto.

El Boadas es el gran sitio. Aquel que pasa por la ciutat comtal y no ha entrado en el Boadas no ha estado en Barcelona. La vida animada del centro conoce también de lugares de categoría. El Boadas es el remanso de paz en mitad de esa locura llamada La Rambla. Hacer una incursión en este lugar equivale a mezclarse con una fauna de asiduos que se mezcla con resignación con una clase turista que acude en masa para cumplir con lo estipulado en la guía comprada en el aeropuerto, porque no deja de ser uno de esos diez lugares imprescindibles para vivir la ciudad. Año tras año y década tras década, este lugar se ha convertido en toda una institución. Sus precios son increíblemente bajos para lo que representa. Viendo los sablazos que se pega en esa zona por respirar, es un auténtico lujo ser atendido por gente tan profesional a un precio irrisorio. Eso obedece a que todavía se sigue fielmente con la filosofía de su fundador, el señor Miguel Boadas, el cual ha quedado plenamente integrado dentro de los personajes que protagonizaron la vida cultural de toda una época que quizás queda ya en el recuerdo, pero donde las recepciones, las fiestas de alto copete y los locales de categoría competían ferozmente por tener a más famosos tomándose algo en sus barras como si les fuera la vida en ello. Si en Madrid era el famoso Chicote, en Barcelona Boadas era lo máximo. En aquel ambiente de posguerra y efervescencia de unos cuantos privilegiados, Boadas abrió sus puertas a todos, el barman era el gran amenizador y a la vez el confesor silencioso de todos esos excesos permitidos por el rancio abolengo, así como de las grandes familias barcelonesas, pero también era ese alguien que cuidaba los gustos ajenos educando el paladar en un país condenado al atraso y de costumbres cada vez más rancias. Algo de todo aquel espíritu de clase todavía queda en el Boadas de hoy, y testigo de ello son algunas fotografías capaces de arrancarnos más de una sonrisa de complicidad.
Aunque las grandes personalidades ya no se dejan caer tanto como antaño, los camareros siguen siendo lo que deberían ser en estos sitios: enciclopedias abiertas del buen alcohol. Agitan la coctelera con un estilo y un aplomo que dejan a uno de piedra, dan consejos en el caso que se les pida, proponen alternativas según los gustos de uno y se esfuerzan en complacer al cliente. Todo un lujo. Es muy raro ver todavía personas tan arregladas trabajando con un estilo tan perfecto con el que te están dando toda una lección de savoir faire.

No hay comentarios: