Declaración de intenciones

No hay intenciones: Este es nuestro recorrido salvaje hasta que vemos brillar el sol, nuestro crimen y castigo nos obliga a confesar lo que está ocurriendo en Barcelona, porque realmente algo está pasando. Nuestra experiencia cabalgando por los distintos bares de la ciudad ha sido fulminante. Ahora juzgamos y sentenciamos. Decimos qué sitios son los buenos, y cuáles son una puta mierda.
Convenceros de que para ser alternativo, hay que buscarse las alternativas.

Good luck.

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lunes, 4 de agosto de 2008

Icebar

Nombre: Icebar.
Zona: Barceloneta.
Dirección: C/ Ramón Trias Fargas, nº 2.
Acceso: El taxista más farlopero de Barna.

Horario: Hasta las 03:00h.
Happy hour: Me dejas de hielo. ¿Te piensas que en un sitio así hay happy hour?
Especialidad: Jägermeister.
Precio consumiciones: 15€ de entrada, consumación incluida.

Ambiente: Gélido, pero muy acojonante.

Impresión:


Cuando llegamos al Icebar, ya nos habíamos fundido toda la pasta en un puto bingo. Qué más decadente para bajar la adrenalina y el cabreo que meterse en un bar pijo a cuatro grados bajo cero enfrente de una playa tórrida en la que sólo pueden venderte pulseras fluorescentes o abrirte el estómago de un navajazo? El Ice Bar. Hacer religiosamente una cola para entrar en una cámara frigorífica con unas manoplas, una chaqueta de borreguillo, y un sombrero estilo Unión Soviética. No esperes encontrarte a las camareras medio en bolas. Hace la misma temperatura que en Finlandia el día de año nuevo. Las bebidas te las sirven en un vaso que ha quedado dentro de un cubo de hielo. Parece que se te vaya a resbalar como cuando te metes en la bañera con una pastilla de jabón. A ver quien sostiene eso con la puñetera manopla sin que se le caiga al suelo. Dex y yo casi nos ponemos a hacer un muñeco de nieve, pero al ver que tenían una réplica en miniatura de la Sagrada Familia de Gaudí detrás nuestro nos quedamos de piedra. Nuku nos tuvo que regalar una foto haciendo el niño entre las torres del templo expiatorio que quedará hundido con el paso del AVE. Hablar dentro del Ice Bar es sacar bocanadas continuamente, el frío que se cuela por cada rincón del cuerpo es refrescante, da la impresión que se pueda patinar por el suelo y si no fuera por el videoclip de Enrique Iglesias que pasaban por la pantalla de plasma hubiera parecido un lugar perfecto. Sabíamos que el cambio de temperaturas al salir sería menos benigno: cocerse con esos chaquetones duele, uno parece un pollo dentro una cazuela, sale pitando del sitio como puede y con la risa de habérselo pasado de muerte en un lugar tan curioso que es de visita obligatoria.

Curiosamente la idea del bar tiene su origen en satisfacer uno de los deseos más importantes del arquitecto Antoni Gaudí. En su lecho de muerte en un hospital donde nadie lo reconoció entregó unos papeles pidiendo que alguien hiciera aquella obra con los materiales que indicaba. Sorprendentemente uno de ellos era hielo y eso fue lo que hicieron los que montaron el bar una vez ese papel volvió a ver la luz al ser encontrado en un mercadillo en Tarragona. Life is so amazing (sometimes).



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