Declaración de intenciones

No hay intenciones: Este es nuestro recorrido salvaje hasta que vemos brillar el sol, nuestro crimen y castigo nos obliga a confesar lo que está ocurriendo en Barcelona, porque realmente algo está pasando. Nuestra experiencia cabalgando por los distintos bares de la ciudad ha sido fulminante. Ahora juzgamos y sentenciamos. Decimos qué sitios son los buenos, y cuáles son una puta mierda.
Convenceros de que para ser alternativo, hay que buscarse las alternativas.

Good luck.

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miércoles, 1 de octubre de 2008

Campari

Nombre: Milano Campari
Zona: Plaça Catatonia/Universitat.
Dirección: Rda. Universitat.
Acceso: M L1/L3 Plaça Catalunya, L2 Universitat.

Horario:
Happy hour: No.
Especialidad: Cualquiera con Campari.

Precio consumiciones: 8.-€

Ambiente: Distinguido y distinto. A veces te lo encuentras vacío y da la impresión de que estés metido dentro de la peli de "El Resplandor".





Justo el día en que decido ir a tomar un café con un croissant me encuentro que al lado del Bragafé hay unas escaleras con un cordón de seda diciéndome baja que te vas a quedar de piedra. Viejos anuncios de Campari me enseñaban lo que parecía el descubrimiento del año. Y fue así. Instantáneamente me encuentré con una escena de celuloide: una sala parecida a la de un hotel de Tánger, con música de piano y un montón de hombres impecablemente vestidos de blanco preguntándome muy educadamente qué va a tomar el señor? Ese sitio existe y está en el centro de Barcelona. Tuve que volver para asegurarme que no había sido una alucinación o un espejismo, pero afortunadamente el lugar seguía intacto. Enseguida informé a los demás del hallazgo pese a que revistillas como la Guía del Odio, Tai Maut y otros éxitos quiosqueros ya lanzaban grandes alabanzas desinteresadamente (fijo).



La segunda vez me acompañó Nuku.


Dex Death parece que está empeñado en hacer una ruta de locales fuera de Barcelona y se ha propuesto demostrar qué se puede hacer en un sitio de mierda como Mataró. Si lo consigue demostrará a cerca de 120.000 personas de población civil que no son unos desgraciados. Ánimo.



Todo empezó en una pequeña cafetería de Milán, enfrente el Duomo. La regentaba el signor Campari, el cual elaboraba un licor aperitivo a base de infusiones alcohólicas. Era la época del risorgimento, antes de la unificación italiana. Sin duda el invento contribuyó bastante. Consta de sesenta hierbas distintas, entre ellas la divina artemisa, por lo que el sabor de desde lo amargo a la ácido. El hijo del signor Campari fue el que popularizó la bebida a raíz de su historia de amor ocn una cantante. Esta posó para el primer anuncio, creando todo un fenómeno de tabernas. Pero al cabo de poco la diva se casó en Rusia, hecho que originó que el hijo del signor Campari fuera ahí a perseguirla, exportando el invento para acompañarse mejor en los malos momentos. Rusia se rindió y el Campari tuvo una repercusión fuera de la patria de Dante a una proporción hasta entonces inaudita, pero ella quedó viuda y se fue a Estados Unidos, donde se repitió nuevamente la hazaña, matrimonio con otro pez gordo y consecuente mudanza con varias cajas. Campari tuvo un éxito en el país de las oportunidades como no lo había tenido en Italia ni bajo los mejores augurios del viejo Garibaldi, quedándose de forma definitiva en el elenco de la mitología del bar.



Nuku y yo estamos enterándonos de todas estas aventuras cuando nos sirven con sumo cuidado un trago largo de Hurricane, un combinado de varios rones y zumos de frutas. Los cigarrillos van que vuelan y la verdad es que el lugar no tiene desperdicio alguno. Se nota una atmósfera de retrospectiva total, un homenaje a la aurora de los años dorados de Hollywood con sus cómodos sofás entorno la mesa americana, una carta con una presentación excelente, y un grupo de histéricas que hubieran merecido un tiro porque rompían aquella beatitud charlando de cosas tan interesantes como la última película de (bodrio al canto) o lo mal que hacen cualquier cosa sus maridos. Incluso así tengo muy claro el hecho de que vamos a volver a un lugar con un personal tan atento que se molesta hasta de lavar las hojas de menta para que no pierdan frescor.

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